He tenido un día penoso. Todo comenzó a que mi iPhone se rompió cuando se cayó de mi bolsillo en el camino a la universidad. Y por si no bastara esto, no podía encontrar un lugar para aparcar mi bici, lo que resultó que llegue tarde para mi examen de historia. Pero ahora la prueba ha terminado y puedo ir a la ciudad y tomar unas cervezas con mis amigos a conciencia. Solo tengo que sacar dinero, por eso voy al banco en la esquina. Tengo hambre de repente, no he comido nada desde las 12, entonces me llevo un bocadillo conmigo. La hora solo son las diez de la noche, pero cuando llego al cajero automático hay alguien que ya se ha ido a la “cama”. Acostado delante del cajero una persona sin hogar se acurruca debajo su rala manta. Eso debería poner las cosas en perspectiva: quizá no he tenido un día tan penoso como esta persona? No puede ver su cara, pero al fin y al cabo en realidad es igual, no? No es más que una de la personas sin hogar que llenan las calles de Barcelona al anochecer. Es curioso pensar en que rápido se acostumbra a ver a la gente acostandose en trozos de cartón sin recursos. Afortunado hay un cajero al otro lado de la puerta. Voy al otro cajero, saco dinero y pongo los 100 euros en el bolsillo. Pronto me emborracharé y después iré a mi cálida y suave cama, a conciencia, tan extraño como suena.